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La necesidad imperiosa de cultivar alimentos orgánicos en China

El país más poblado del planeta trata de recuperar la confianza de los consumidores gracias al cultivo de alimentos seguros, a pesar de un pasado polémico.

5 March 2019

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De camino a su granja en la provincia norteña de Guangdong, Raymond y Becky Kwong, conocidos en cantonés como Kwong Sang y Wah Tsai, contemplan los hogares abandonados en medio de los gigantescos campos de cultivo. Estos representan la prueba de la gran migración que se ha apoderado de la China rural a medida que los agricultores se han ido convirtiendo en trabajadores de fábrica, gracias a los cuales han nacido los emprendedores urbanos.

Mientras la pequeña ciudad cercan, llamada Jintanzhen se desvanece en la distancia, la carretera se estrecha. Mujeres con sombreros de paja atraviesan el camino con sus hoces y sus paquetes de arroz. Al final, el camino comienza una travesía por las montañas, atraviesa el lago artificial y los huertos de mandarinas en proceso de maduración, justo a tiempo para el Año Nuevo Lunar.

Al frente de la carretera de los Kwong, los niños juegan con anguilas de río vivas e intentan que no se queden sin agua mientras se les resbalan entre las manos desnudas. El Sr. Kwong afirma: “La construimos durante la fase de conversión”, mientras señala hacia su planta de fertilizantes.

Raymond y Becky Kwong, conocidos en cantonés como Kwong Sang y Wah Tsai, en su granja en Qingyuan, China. Los Kwong pasaron dos años visitando las tierras en la China continental y Hong Kong, en busca de una parcela grande de terreno libre de contaminantes y lejos de la industria. (Qingyuan, China, 5 de febrero de 2018)

Los campos de cebollas, ajos y verduras crecen en la granja de Raymond y Becky Kwong en las afueras rurales de Qingyuan, región montañosa subtropical al este de la ciudad más poblada de China, Guangzhou. (Qingyuan, China, 5 de febrero de 2018)

Un agricultor recolecta lechugas en Magic Seasons Organics, en Qingyuan, en el sur de China. Después de la cosecha, los Kwong traen una variedad de verduras de hoja para un restaurante, en su camino de vuelta a la ciudad de Qingyaun, donde consumen sus propias verduras en un estofado. (Qingyuan, China, 5 de febrero de 2018)

China necesita un período de barbecho de tres años para obtener la certificación de alimentos orgánicos y, así, garantizar que la tierra no esté afectada por metales pesados ​​y otros contaminantes que tardan en disiparse o hundirse, bajo la superficie del suelo.

En un estudio de 2014, el Ministerio de Protección Ambiental y el de Recursos Terrestres descubrieron que casi el 20% de las tierras cultivables en China estaban contaminadas. Las muestras de suelo por todo el país dieron positivo en el análisis toxicológico, con elementos como el cadmio, el níquel y el arsénico. Es posible que se deba a décadas de industrialización no regulada y de prácticas agrícolas intensivas con productos químicos que ahora el gobierno chino está tratando de meter en cintura.

Al tratarse de un país con más de mil millones de bocas que alimentar, las preocupaciones medioambientales han relegado a un segundo plano la seguridad alimentaria. El historial de hambrunas en China, provocado por prácticas agrarias comunistas, obligó al gobierno a tomar iniciativas para garantizar un amplio crecimiento en el cultivo de alimentos básicos, como el arroz y el trigo. Sin embargo, no se dieron cuenta del impacto medioambiental que los medios utilizados para aumentar el rendimiento producirían a largo plazo.

El frenesí a finales del siglo XX por crecer más y más rápido derivó en el uso excesivo de fertilizantes químicos. Según los datos recopilados por el Banco Mundial en 2016, los agricultores chinos utilizaron más de tres veces el promedio internacional de dichas sustancias. Ese mismo año, el Ministerio de Agricultura presentó un plan para restringir el despliegue de las mismas, con el objetivo de garantizar un crecimiento cero para 2020. Parece que el plan está teniendo éxito: el desarrollo ha permanecido por debajo del 1% anual desde entonces.

El cáncer es aquí la principal causa de muerte y todos los impulsos para cultivar alimentos orgánicos han estado motivados por la preocupación sobre la salud personal, más que por el medio ambiente. Sin embargo, el consumo general de alimentos orgánicos sigue siendo muy bajo, un poco más del 1% del total, según ha revelado el Instituto de Investigación de Agricultura Orgánica. Se sabe que los pesticidas químicos provocan efectos graves, e incluso letales, para la salud humana. La ONU calcula que mueren aproximadamente unas 200.000 personas cada año por envenenamiento con pesticidas, un hecho que afecta principalmente a los agricultores y a las familias que viven cerca de las granjas que usan pesticidas. La exposición tóxica de forma continuada se ha relacionado con el cáncer, las alteraciones hormonales, las malformaciones en bebés, la esterilidad, los problemas neurológicos y enfermedades como el Alzheimer y el Parkinson.

Sin embargo, es difícil demostrar los beneficios que tiene a largo plazo el consumo de alimentos orgánicos en comparación con los productos convencionales. Esto se debe a que los estudios científicos tienden a estar basados en la observación, en lugar de implementar ensayos de control aleatorios, que es lo normal en la investigación científica.

A pesar del vasto tamaño de China, el país cuenta con menos tierras de cultivo y menos agua limpia de lo ideal para abastecer a la población más grande del mundo. Gran parte de la tierras disponibles en las regiones del Norte y Este no son más que terrenos desérticos y, por lo tanto, casi inservibles para la agricultura. Además, del 1,4 millones de kilómetros cuadrados con tierra cultivable que hay en China, el 11% se ha destinado a la rehabilitación, debido a la contaminación y sobreexplotación.

La agricultura ha tenido un gran impacto en la relativamente baja cantidad de agua dulce en China. Con 2.100 m3 per cápita, el suministro nacional de agua constituye el 28% del promedio mundial y un informe de 2010 realizado por Civic Exchange demostró que el 70% de los ríos y lagos en China estaban seriamente contaminados. El informe también descubrió que el 50% de las ciudades tenía agua subterránea contaminada, un fenómeno causado mayoritariamente por las irresponsables prácticas agrícolas e industriales del pasado. De forma más reciente, los datos recabados por el gobierno en 2.301 pozos subterráneos descubrieron que el 80% del agua analizada no era apta para beber.

La granja de los Kwong se encuentra en una cuenca rodeada de pequeñas montañas que canalizan el agua dulce en su sistema de riego. Después de evaluar durante dos años las tierras cultivables en China y Hong Kong, donde comenzaron a cultivar en los años 90,  los Kwong han firmado su contrato de arrendamiento aquí en Qingyuan por un periodo de 30 años.

La región de Qingyuan, conocida en el sur de China por sus “Qingyuan gai”, o “pollos naturales”, se encuentra a unos 270 km de Hong Kong y a 80 km de Guangzhou, la zona urbana más poblada de China. El gobierno ha catalogado el área donde se encuentra la granja de Kwong como zona de conservación terrestre, lo que la libera de la contaminación causada por el auge de la rápida industrialización y de las prácticas agrícolas perjudiciales.

Raymond y Becky han estado cultivando esta tierra durante diez años. Han logrado combatir innumerables plagas, malas hierbas y virus, pero su peor obstáculo es la estigmatización por parte de los clientes potenciales en torno a cualquier producto “Made in China”, al menos en lo que se refiere a la alimentación.

Junto con Shanghái y Pekín, donde la comida orgánica es más popular, (a más de 1.500 km de distancia, ni Guangzhou ni Shenzhenhan han demostrado aún ser rentables para los productos orgánicos) Hong Kong es el punto de acceso más cercano para el consumidor de este tipo de alimentos. Los Kwong venden principalmente sus verduras en línea para hogares de Hong Kong y un puñado de restaurantes y tiendas que confían en sus productos.

Janice Leung Hayes, escritora gastronómica de Hong Kong y defensora de los alimentos orgánicos y locales, afirma que la mayor esperanza que tienen los agricultores para minimizar los actuales problemas de confianza se encuentra en las “cadenas de suministro transparentes. Gracias a ellas la gente puede conocer exactamente el modo en que han llegado los productos, su procedencia, cómo se elaboran y, así, sucesivamente.”

“Intentamos atraer a la gente aquí siempre que podemos”, dice Becky. No muchos consiguen llegar a la región autónoma, debido a las tres horas de viaje en coche con paso fronterizo, pero Becky afirma que el simple hecho de visitarlos ayuda a generar confianza. “Cuando invitamos a la gente para que vean la granja, comprenden que no tenemos nada que ocultar”, explica. “Queremos compartir nuestro proceso.”

Agricultor de un pueblo cercano recolectando sus lechugas en un fresco día de invierno en Magic Seasons Organics, en Qingyuan, China. Después, las verduras frescas se limpian, se empaquetan minuciosamente y se cargan en camiones refrigerados que transportan los productos a más de 200 km, hasta Hong Kong, donde los consumidores están dispuestos a pagar por los productos orgánicos de calidad un precio mayor que el de los productos de las inmediaciones de Guangzhou o Shenzhen. (Qingyuan, China, 5 de febrero de 2018)

Un invernadero lleno de col asiática, listo para la cosecha en Magic Seasons Organics, en Qingyuan, China. La verdura de hoja, un alimento básico de la comida cantonesa, a menudo se sirve con ajo como guarnición para carnes asadas, y está presente en muchas sopas y platos de fideos. (Qingyuan, China, 5 de febrero de 2018)

Remolachas y nabos secándose antes de su envasado, en Magic Seasons Organics. Los Kwong procuran cultivar las verduras que mejor se adaptan al paladar occidental, aunque las verduras chinas suelen necesitar menos cuidados y tienen una mayor resistencia natural frente a las plagas locales. (Qingyuan, China, 5 de febrero de 2018)

Al albergar más de 1.500 rascacielos, clasificados como edificios de más de 100 metros de altura, (lo máximo a nivel mundial) y al contar con más de 9.000 construcciones altas, gran parte de Hong Kong está diseñada para alejarse de la naturaleza. El cemento cubre las laderas de las montañas y hay cientos de miles de oficinas y apartamentos con aire acondicionado todo el año, lo que neutraliza la magnífica naturaleza subtropical de la ciudad. A menudo, la contaminación supone un gran peso sobre el Puerto Victoria Harbour, cuyo olor salino, la humedad del aire y los aromas que lo rodean se ven enmascarados por la polución. Hong Kong depende de la China continental para conseguir el 90% de sus alimentos, pero la gente que puede permitirse el lujo de pensar en la calidad de los mismos todavía desconfía de estos productos importados.

A pesar de estas carencias de confianza localizadas, en la actualidad, China representa el cuarto exportador mundial de productos orgánicos, según Biofach, sede de la mayor feria comercial de productos ecológicos del mundo. Estados Unidos, Alemania, Países Bajos y Canadá son los principales consumidores. Las economías emergentes como China e India son grandes exportadoras de productos orgánicos, pero aún presentan pocos consumidores si tenemos en cuenta el índice de población, según el Organic and air Trade Competence Center [Centro de Competencia de Comercio Orgánico y Justo].

¿Es viable implantar de forma general la agricultura orgánica en China?

La agricultura orgánica produce habitualmente rendimientos entre un 10% y un 20% menores que los de la convencional. Sin embargo, los estudios sugieren que esto se debe principalmente a la falta de investigación y de implementación de la tecnología. Aunque requiere más espacio, la agricultura orgánica ofrece una solución parcial a las consecuencias de la contaminación y la degradación de las tierras agrícolas a largo plazo, que tal vez son problemas más graves que la seguridad alimentaria en la China contemporánea.

Dado el perjudicial pasado agrícola del país, un enfoque más global de la agricultura no solo es aconsejable, sino necesario. Incluso a pesar de su auge demográfico, China nos ofrece una moraleja dirigida a los países en desarrollo, donde las regulaciones son prácticamente inexistentes y las fuerzas como el cambio climático representan una amenaza significativa para las actuales tierras cultivables.

La percepción de China sobre la demanda mundial de productos orgánicos ha llegado antes de que se produzca una comprensión nacional sobre el concepto en sí, pero eso no significa que tal cambio no esté en marcha.

Los mercados de agricultores orgánicos han subsistido en las principales ciudades internacionales como Hong Kong, Pekín y Shanghái desde hace más de una década y cuentan con una base de clientes establecida. Tianle Chang, que dirige el Mercado de Agricultores de Pekín, asegura que cerca de 5.000 personas compran productos orgánicos en el mercado cada semana. Mientras tanto, muchas de las granjas que lo abastecen gestionan la mayoría de sus negocios (algunas hasta el 90% del total). Para ello, realizan entregas a domicilio abonadas y solicitadas a través de WeChat, la aplicación multiusos para smartphones más popular de China, la cual cuenta con más de mil millones de usuarios mensuales.

Sin embargo, esta base de clientes no se extiende a Hong Kong, donde la gente tiende a preferir los productos orgánicos de otras granjas locales u otros países como Japón, los cuales se consideran productores de alta calidad, a diferencia de la China continental.

“La gente confía más en los productos orgánicos de Hong Kong y una razón importante es la proximidad de las granjas y la comercialización”, afirma Sonalie Figueiras, fundadora del popular sitio de salud y sostenibilidad de Hong Kong, llamado Green Queen. “Los productos orgánicos de China no son de confianza en absoluto, existe la percepción de que las etiquetas orgánicas son falsas y de que el producto está contaminado.”

La desconfianza en torno a los productos alimentarios chinos tiene una base sólida. En 2016 se retiraron 2.500 kg de carne de cerdo contaminada de la provincia de Jiangxi en Hong Kong. En 2012 se descubrieron “huevos” elaborados con materiales sintéticos, como las parafinas y resinas, y en 2008 se produjo un escándalo de consecuencias letales para bebés con un compuesto de melamina y lácteos.

Estos escándalos ayudaron a impulsar un aumento en las regulaciones de seguridad alimentaria y una rigurosidad de los requisitos para obtener la certificación de “orgánico” que existen hoy en China. Como admite el Sr. Kwong, la corrupción en torno a los certificados sigue siendo un problema, pero asegura que el mercado se está moviendo en la dirección correcta.

En un informe de 2013 de la Europe China Research and Advice Network [Red de Investigación y Asesoramiento entre Europa y China (ECRAN)], los investigadores descubrieron que los estándares para la acreditación y certificación en la UE y China eran similares en muchos aspectos. El autor del informe determinó que la nueva regulación de China para solicitar la certificación de productos orgánicos, implementadas en 2012, “se encuentran entre las más estrictas del mundo para la agricultura orgánica.”

Como ejemplo de estas estrictas regulaciones, el Sr. Kwong afirma que si los residuos que hay en un tomate supuestamente orgánico ascienden a 0,01 partes por millón de algún producto químico a base de petróleo, el agricultor perderá su certificación y quizá algo más. Por otro lado, explica que la amenaza sobre las graves consecuencias de incumplir la ley, como las multas cuantiosas o la posibilidad de pasar una temporada en la cárcel, disuade a algunos agricultores de intentar cultivar orgánicos.

Sin embargo, el avance en el ámbito legal no despeja las dudas sobre los productos químicos peligrosos, ni sobre las conductas previas que rodean el concepto de productos orgánicos chinos. El agricultor Ray Kwok, de la granja de Evergreens Republic en Hong Kong, dice que ha recibido varios pedidos para entregar en la frontera.

“Algunas personas de China nos han llamado porque su médico les recomendaba comprarnos vegetales”, declara Kwok. Él y su compañero se decidieron por la certificación del United States Department of Agriculture [Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA)], porque “la gente parece confiar en ella de manera sistemática.”

Ni los Kwong en Qingyuan ni Tianle Chang en Pekín albergan esperanza alguna de que el endurecimiento de las leyes vaya a generar confianza en los productos orgánicos chinos. Ambos insisten en que las experiencias personales, como la degustación de productos en restaurantes locales y sostenibles, y la interacción con los agricultores en los mercados, son fundamentales para conseguirlo.

“Así es como estamos forjando la confianza”, afirma Chang. “Los clientes pueden estrechar la mano de su granjero y mirarle a los ojos. Pueden hacerle preguntas sobre el proceso y tratar de entenderlo. Esto es más importante que un certificado de Pekín.”

La empresa consultora global McKinsey and Co. estima que el 75% de los consumidores de las zonas urbanas en China será de clase media en 2022, lo que contabiliza aproximadamente a unos 550 millones de personas. Con este aumento en la calidad de vida a nivel nacional, la conciencia de los problemas sanitarios está aumentando y, con ello, incrementa el apetito por salvaguardar los productos orgánicos. A medida que estas apetencias se materializan fuera de los centros internacionales de Pekín y Shanghái, el científico del comportamiento Thomas Talhelm afirma que la implementación de la confianza tiene que ser escalable. De este modo, los productos orgánicos nacionales pueden competir con las importaciones de otros productores más fiables en Europa y Australia.

Talhelm, cuya investigación incluye un estudio que analiza las diferencias de comportamiento entre los granjeros y productores de trigo y arroz en China, está de acuerdo con Leung Hayes, defensor de los alimentos. Ambos piensan que la transparencia será el factor más importante para establecer la confianza entre productores y consumidores de alimentos orgánicos en China, más allá del nivel estrictamente local.

Aunque Talhelm reconoce que “la confianza general es menor en China”, señala que los sistemas que requieren la confianza del consumidor y que pueden ser digitalizados  suelen funcionar bien aquí en el país. Por ejemplo, los códigos QR y de barras con diecisiete dígitos que requiere cada uno de los alimentos vendidos como orgánicos en los supermercados chinos. Estos ofrecen a los consumidores la información sobre el origen de sus productos, desde las cuotas de rendimiento estimadas hasta la venta final.

En ciudades como Hong Kong y Pekín, los chefs locales y los residentes extranjeros,  que prefieren ingredientes frescos y de alta calidad, están animando a los clientes a pensárselo dos veces antes de mantener opiniones férreas y negativas sobre la comida procedente de la China continental.

Max Levy es un chef estadounidense que está curiosamente familiarizado con los productos orgánicos en China. Además de contar con cuatro establecimientos en Pekín, es copropietario de granjas orgánicas con cerdos y hortalizas fuera de la ciudad. Cuando Levy abrió su nuevo restaurante, Okra, en Hong Kong, los productos chinos de alta calidad que servía en sus platos dieron lugar a reacciones tremendamente negativas por parte de los clientes.

“Servimos una marca francesa de caviar que es muy popular entre los chefs Michelin”, dice Levy, “y cuando se la presento a la gente aquí, les digo: “ Este es un caviar de alta calidad en Sichuan y todos, absolutamente todos, reaccionan de la misma manera: “¡Qué! ¿Es seguro?.” Entonces les muestro la etiqueta francesa y les explico que no hay esturiones en Francia, que allí solamente maduran. Estas empresas han adquirido sus huevos en China durante los últimos treinta años, solo que la gente no lo sabe. Finalmente, acaban diciéndome, como si estuvieran realmente sorprendidos, “Oh, qué rico está .”

Si bien un poco más del 1% de los alimentos que se consumen en China son orgánicos, aún menor es la extensión de tierras de cultivo dedicadas a esta práctica, un minúsculo 0,59%. Fred Gale, economista de USDA y experto en agricultura china, predice que este porcentaje no superará el 1-2% a corto plazo.

Gale explica que los costos de implementar los requisitos gubernamentales para que todos los agricultores sean orgánicos serían “muy altos” en un país como China, donde la gran mayoría de los agricultores depende en gran medida de los productos químicos.

Es cierto que China puede no estar a la altura de países como Austria y Suecia, donde más del 15% de las tierras agrícolas van a ser orgánicas en un futuro próximo, pero hay indicios de que existe un mayor sentido de la responsabilidad con la agricultura en general. Gale afirma que el gobierno chino es plenamente consciente de su escasez en cuanto a recursos naturales y está aumentando las regulaciones sostenibles y las importaciones de alimentos, para ser más sostenibles a nivel local.

“En el pasado, su política de seguridad alimentaria era maximizar la producción y ahora están adoptando una política más matizada”, explica. “Quieren ofrecer a la población un nivel de vida más alto y más opciones a la hora de elegir los alimentos, a la vez que se adoptan más criterios de sostenibilidad.”

La importación de más alimentos, orgánicos o no, podría funcionar desde las perspectivas de la seguridad alimentaria y de los recursos, pero esto deja fuera de la ecuación a los agricultores como los Kwong. Al igual que los trabajadores de Chang en Pekín, seguirán dependiendo en gran medida de su capacidad para mirar a la gente a los ojos y de chefs como Levy, que se atreven a usar productos orgánicos cultivados en China.

Por ahora, en una parte del mundo con graves problemas de contaminación que van  desde el suelo hasta los ríos y el aire, la ingesta de alimentos orgánicos podría ser una opción sumamente individualista a la hora de ejercer un control sobre la salud personal. Sin embargo, investigadores como Gale y agricultores como los Kwong no creen que esto vaya a continuar así y que, en una escala ciertamente pequeña, la gente está empezando a hablar sobre la salud del medio ambiente.

“Cuando empieces a preocuparte por la tierra”, afirma el Sr. Kwong, “no querrás comer verduras de Australia ni de Estados Unidos, querrás algo de tu jardín o huerto, o de agricultores como nosotros.”

Article and pictures by Viola Gaskell.
Editing by Mike Tatarski.
Illustration and infographic by Imad Gebrayel.
Audio story by Mukundwa Katuliiba.

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