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En Asia, el 92% de la población del continente – en torno a cuatro mil millones de personas – respira un aire que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera insalubre. El contaminante ambiental más peligroso, el PM2,5 [partículas en suspensión de menos de 2,5 micras] es una materia fina capaz de alojarse con profundidad en los pulmones y de penetrar en el torrente sanguíneo. El PM2,5 alcanza niveles de insalubridad de forma habitual en las ciudades asiáticas, desde Delhi hasta Pekín y Chiang Mai (Tailandia). El ozono a nivel del suelo, el segundo contaminante más perjudicial para la salud humana, permanece además en las cunetas de las carreteras de las megaciudades, desde Seúl hasta Hong Kong. Las aplicaciones móviles y los sitios web que supervisan la calidad del aire suelen ofrecer advertencias en forma de emojis de máscara o mensajes de “evitar el ejercicio al aire libre” en los peores días.
Existen muchas soluciones para estos problemas, y la concienciación sobre el tema está creciendo. El progreso está en el aire, desde las instalaciones artísticas que filtran el aire en Pekín, hasta los inmensos campos solares de India y las técnicas alternativas a la quema de cultivos que aprenden los lugareños en las zonas rurales de Tailandia. Pero puede ser que esto no se corresponda con la gravedad del problema, y de momento las reformas no han alcanzado una escala global.
Dado que las amplias investigaciones, la presentación de informes y los trabajos de divulgación por parte de grupos como las Naciones Unidas y la OMS han penetrado en casi todos los rincones del mundo, hoy en día la ignorancia ha dejado de ser la norma. Según Bert Fabian, jefe de la Unidad de Movilidad y Calidad del Aire del Medio Ambiente de la ONU para Asia y el Pacífico, los motivos justificados para descuidar la responsabilidad ambiental son cada vez más infrecuentes.
“No creo que deba ser una excusa [decir que] ya que el país se encuentra aún en un bajo nivel de desarrollo económico, no se tienen que establecer metas”, asegura. “Myanmar puede decir ‘adoptaremos esta normativa en tres años’, pero al menos [la normativa] existe, y el sector privado puede comenzar a prepararse para el cambio”.
Los gobiernos de toda Asia están sometidos a una presión creciente para tomar medidas mientras aumentan las evidencias de los efectos negativos para la salud. Las estimaciones de la OMS y el Banco Mundial demuestran que más de mil millones de personas se ven afectadas por enfermedades respiratorias y que más de cuatro millones de muertes al año son atribuibles a la contaminación del aire. La mayoría de estas muertes se producen en países asiáticos con baja media de ingresos. Casi la mitad tienen lugar en India y China, donde más de mil millones de personas respiran altos niveles de partículas y productos químicos que vomitan las fábricas, las centrales eléctricas y los vehículos.
En su informe de impacto global de 2017, el Foro de Enfermedades Respiratorias Internacionales (FIRD), miembro de la OMS, afirma que “el control, la prevención y el tratamiento de las enfermedades respiratorias se encuentran entre las intervenciones de salud más rentables disponibles: [son] la ‘mejor oferta’, en opinión de la OMS. La inversión en salud respiratoria va a reportar múltiples beneficios en longevidad, en días de vida saludables y en economías nacionales”.
Por un lado, la globalización podría aumentar la exigencia de responsabilidades y el intercambio de soluciones en este campo, pero por otro lado la globalización es el núcleo del problema. En un mundo donde los productos fabricados en China se transportan a los Estados Unidos, los alimentos cultivados en Australia se comen en Hong Kong, y los desechos generados en los Estados Unidos se envían de vuelta a Asia para ser reciclados, las fronteras de la responsabilidad se desdibujan.
El aire que respiramos no es una excepción. El polvo que procede de los desiertos del oeste de China lo respiran los habitantes de de Seúl, mientras que la contaminación de las ciudades indias oscurece la nieve del Himalaya nepalés con carbono negro, lo cual provoca un deshielo prematuro que genera una nueva serie de problemas río abajo.
Corea del Sur: Purificadores, máscaras, apps y ansiedad
En Corea del Sur, donde casi el 50% de las partículas en el aire se pueden rastrear hasta China, mucha gente recurre a medidas preventivas personales como las máscaras y los purificadores de aire, que proporcionan un alivio físico y mental inmediato.
Sin embargo, las fuentes locales de contaminación siguen siendo una preocupación importante. El aire de Corea del Sur es el segundo más contaminado de todos los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por detrás de Chile. Las industrias del acero y del cemento del país, junto con las centrales eléctricas de carbón, son las principales fuentes nacionales de contaminación en Corea del Sur.
La investigación indica que el surcoreano medio está muy preocupado por la contaminación del aire. En un estudio de 2017 realizado por el Instituto de Salud y Asuntos Sociales de Corea, afín al gobierno, los surcoreanos identificaron la contaminación del aire como su preocupación principal, por encima de su inestable vecino del norte, de las armas nucleares o del envejecimiento demográfico.
En una encuesta más reciente de 2018 realizada por el Ministerio del Medio Ambiente, el 97% de los encuestados dijo que la contaminación del aire les había afectado negativamente, mientras que el 60% lo identificó como un problema “grave” y otro 30% como “extremadamente grave”.
Derek Fichtner – profesor universitario que se mudó a Corea del Sur desde los Estados Unidos en 2002 – abrió un blog y un grupo de Facebook llamado Clean Air Korea para promover conversaciones orientadas a solucionar la contaminación ambiental local. El grupo cuenta ya con más de 3.200 miembros y registra un promedio de 10 publicaciones diarias, que van desde consejos de bricolaje sobre filtros de aire hasta preguntas sobre cómo ajustarse la máscara y aplicaciones para móvil sobre la calidad del aire.
Fichtner empezó a interesarse por abrir un diálogo sobre el tema tras fracasar sus múltiples intentos iniciales para protegerse de los contaminantes atmosféricos. Al mudarse a Seúl compró un purificador de aire ionizante, que según él era muy popular en aquel momento. Unos meses más tarde, cuando terminó con neumonía, Fichtner conoció los efectos negativos de los purificadores de aire ionizantes. Se sabe que los aparatos emiten gas ozono, lo cual puede causar una serie de problemas como irritación de garganta, tos, dolor en el pecho, falta de aire y un mayor riesgo de infecciones respiratorias como la neumonía.
En 2011, Fichtner y su esposa adquirieron otro popular electrodoméstico concebido para mejorar el aire en interiores, un humidificador que dispersa sustancias químicas para a matar el moho. En esta ocasión, su esposa no tardó en enfermar de forma violenta. “Tosía mucho, hasta el punto de que se rompió una costilla”, recuerda Fichtner. Esta vez descubrió que los productos químicos de su aparato estaban relacionados con enfermedades respiratorias en toda Corea del Sur, incluyendo unos 100 fallecimientos.
“Con los años, al tratar de hacer que mi aire fuese más limpio, lo empeoré y me puse más enfermo, y mi familia [se puso] más enferma”, dice Fichtner.
Equipar adecuadamente el hogar medio de Corea del Sur con sistemas de filtración de aire de alta calidad puede costar alrededor de 1000 dólares, según Fichtner y el grupo de Facebook Clean Air Korea. Como profesor de tecnología, ha compartido vídeos de construcción de filtros caseros utilizando materiales que cuestan alrededor de 100 dólares con el grupo [de Facebook] .
El enfoque de Hong Kong: ¿Pragmatismo gradual, o jugar sobre seguro?
La sensibilización y el conocimiento sobre la calidad del aire no son tan firmes en ningún sitio como en Corea. Por ejemplo, en Hong Kong la percepción es relativamente baja en comparación con otras ciudades asiáticas de altos ingresos como Seúl o Shangai. En una encuesta realizada en 2018 por World Green Organisation entre 500 residentes de Hong Kong, el 75% consideraba que la contaminación del aire era un problema, pero solo el 13% se mostró dispuesto a llevar máscara o a usar purificadores de aire domésticos en días de contaminación.
La calidad del aire varía enormemente en Hong Hong. Una semana que empieza con sol y cielo azul termina a menudo con una espesa neblina gris que se cierne sobre la ciudad. En los días de mayor contaminación, no hay una sola lectura de los 13 medidores de calidad del aire del territorio – desde la frondosa península de Sai Kung hasta la zona de rentas medias – que se mantenga por debajo de los niveles de alerta naranja o roja, lo que se traduce en altos niveles de PM2,5 y de ozono al nivel del suelo.
Estas fluctuaciones son motivo de polémica para algunos. Patrick Fung, director de la ONG de Hong Kong Red de Aire Limpio (CAN) dice que esto ayuda al gobierno a repartir responsabilidades, atribuyendo los picos repentinos en PM2,5 a “fuerzas incontrolables” como el clima altamente cambiante y el incremento de la producción de las fábricas en la frontera de la China continental.
Fung dice que, durante años, el gobierno local ha utilizado la alta contaminación del aire de la región como excusa para marcar objetivos poco ambiciosos, que se asemejan más a las predicciones que a una llamada a la acción. Insatisfecho con los objetivos más recientes del Departamento de Protección Ambiental para PM2,5, Fung quiere ver unas metas más ambiciosas que eleven a Hong Kong a los estándares de la OMS más pronto que tarde. “¿Por qué no asignar más recursos, más voluntad política, y el músculo necesario para forzar que esto suceda?”, se pregunta Fung.
Una solución local que parece estar en camino es el endurecimiento de los requisitos para el acceso de buques mercantes en aguas de Hong Kong. A pesar de la creencia popular de que la mayor parte de la contaminación de Hong Kong llega desde la frontera del sur de China, el sector del transporte marítimo es el principal contaminante de la ciudad. El puerto de Kwai Chung, a 15 minutos del centro en autobús, es el quinto puerto con mayor tráfico del mundo, con más de 300 buques de carga por semana. El cercano puerto de Shenzhen es el tercero más activo a nivel mundial.
El gobierno de Hong Kong calcula que el requerimiento de 2015 – para que todos los barcos se pasasen al combustible bajo en azufre mientras permanezcan en el muelle – redujo las emisiones del transporte marítimo entre un 30% y un 50% en aquel año.
De 2014 a 2018, las cantidades de dióxido de azufre disminuyeron en un 45%, mientras que los niveles de dióxido de nitrógeno y PM2,5 bajaron aproximadamente un 20%.
Tras el éxito de las normas de atraque de 2015, el gobierno promulgó a principios de 2019 la regulación más estricta de “combustible para buques”, que exige a todos los navíos el uso de combustibles con bajo contenido de azufre, o bien gas natural licuado, mientras operan en aguas de Hong Kong.
El enfoque pragmático de Hong Kong ha producido resultados favorables de forma ocasional, pero Fung asegura que mientras la ciudad no aplique planes más duros – como poner en funcionamiento peajes electrónicos en las carreteras para abordar sus persistentes problemas con el ozono -, los contaminantes van a seguir afectando gravemente a la población.
India: Afrontar la emergencia desde todos los ángulos
Como nación, India está invirtiendo en serio para resolver sus graves problemas de contaminación atmosférica. El gobierno predice que el gasto medioambiental llegará hasta los 2,5 billones de dólares en 2030 para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, muchos de los cuales abordan directamente la contaminación del aire.
Las respuestas y las soluciones al problema de la contaminación atmosférica son muy variadas en toda India, desde la instalación de extensas granjas solares y la reivindicación de espacios verdes en Bombay, hasta las restricciones de tráfico basadas en matrículas pares e impares o la prohibición de cualquier plástico de un solo uso en la capital de la nación. .
En 2018, un estudio de Greenpeace y Air Visual reveló que siete de las diez ciudades más contaminadas del mundo estaban en India. Delhi, la ciudad más poblada del país, donde habitan más de 20 millones de personas, registró un “insalubre” promedio anual de PM2,5 de 113,5 microgramos por metro cúbico. En general, el aire se considera saludable por debajo de 25 microgramos por metro cúbico.
Aunque la situación actual pueda parecer grave, los funcionarios indios están marcando objetivos ambiciosos, muchos de los cuales están en vías de alcanzar.
Aproximadamente el 50% de la población de India tiene menos de 25 años, lo que algunos expertos en la materia interpretan positivamente como una población “abierta al cambio”. Las áreas abandonadas durante las últimas décadas de rápido desarrollo son a menudo el terreno más fértil para aplicar las infraestructuras sostenibles.
El Centro de Investigación y Educación Ambiental (CERE), una ONG con sede en Bombay, aprovecha las oportunidades en estos espacios instalando sistemas solares en los techos de las escuelas y emprendiendo proyectos de reforestación urbana en ciudades donde las promotoras inmobiliarias han arrancado miles de árboles.
El Dr. Rashneh Pardiwala, ecologista que dirige el CERE, afirma que las localidades rurales que se están equipando con paneles solares no tienen por lo general una infraestructura de energía preexistente. “Es mucho más sencillo cuando la pregunta no es ‘¿queremos cambiarnos a la energía solar?’ sino la de ‘¿queremos electricidad? “, asegura Pardiwala.
Con 300 días de sol al año aproximadamente, India está incorporando plenamente la energía solar como antídoto contra los problemas causados por décadas de dependencia de los combustibles fósiles, incluido el problema de la contaminación del aire.
Por primera vez en la historia de India, la energía solar ya es más asequible que el carbón. Según un informe provisional de 2018 del Ministerio de Energías Nuevas y Renovables (MNRE), la capacidad solar se multiplicó por ocho entre 2014 y 2018. Además, el ministerio predice que para 2022 la capacidad de energía solar superará la meta establecida de 110.000 gigavatios para ese año.
Un informe de 2017 del Instituto de Análisis Económico y Financiero de la Energía (IEEFA) afirma que el impuesto al carbón en India – que recaudó 2,7 miles de millones de dólares en 2015 – ha sido esencial para financiar proyectos de energía sostenible por todo el país, y que aliviará a largo plazo la contaminación atmosférica producida por la industria del carbón.
La predisposición de la nación para plantar árboles se ha convertido en una impresionante reacción popular contra la contaminación del aire y el cambio climático. En 2017, India estableció un récord mundial cuando un millón y medio de voluntarios del estado de Madhya Pradesh plantaron 66 millones de árboles a lo largo del río Narmada en 12 horas.
Sin embargo Paridwala afirma que, mientras la calidad del aire empeora para mucha gente, la apatía frente a la contaminación se está convirtiendo en algo tan común en India como en cualquier otro sitio. Uno de los objetivos de CERE es poner freno a esta sensación, ayudando a la gente a desarrollar el sentido de la responsabilidad por medio de programas educativos y comunitarios.
“Da la sensación de que el problema es demasiado grande. Entonces, ¿qué puede hacer un individuo?”, explica Paridwala. “Creo que los ciudadanos particulares se sienten incapaces de tomar medidas, pero deben darse cuenta de que las comunidades necesitan unirse. Es posible que un individuo no pueda resolver el problema, pero si una comunidad se une, creo de verdad que podemos hacerlo ”.
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Next week solutions in Thailand, China and the Hindu Kush region.
Article by Viola Gaskell.
Editing by Mike Tatarski and Anrike Visser.
Illustrations by Imad Gebrayel.
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